El arco, dicen los que lo conocen, no se aprende: se nace con él. Y Juan Ángel Bernuncio lo confirma en cada palabra, en cada recuerdo que arrastra desde su juventud hasta hoy. Ex arquero de Boca, de Atlético y de varios equipos en Argentina y Bolivia, su carrera se construyó sobre la convicción de que el arquero nace con un estilo propio. Lo demás, llega con el tiempo, con los golpes, con la repetición y con el trabajo.
“Siempre digo que el estilo se nace. (Ubaldo) Fillol, por ejemplo, era un gran atajador, tenía unos reflejos impresionantes, pero no salía del área, no jugaba con los pies, no anticipaba la jugada. ‘Loco’ Gatti era lo opuesto: manejaba otros tiempos, era rapidísimo para achicar y le costaba menos en los mano a mano. Cada arquero nace con un estilo, después hay que perfeccionarlo, pero la esencia es de cuna”, explica Bernuncio.
Los primeros pasos y la llegada a Boca
“Nací arquero”, asegura sin dudar. Desde chico se calzó los guantes y nunca más se los sacó. Su primer club fue Deportivo Aguilares y luego Atlético lo adoptó para darle vuelo a sus condiciones. El sueño de niño -jugar en la Primera de Deportivo- se cumplió rápido y, como suele ocurrir, enseguida aparecieron metas más grandes. Así llegó a Boca, con la ilusión de hacerse un lugar en un plantel que tenía nombres enormes: Hugo Orlando Gatti, Carlos Barisio y Sergio “Torito” Genaro.
“No era fácil competir. Yo jugué el torneo de verano, estuve en varios partidos en el banco y cada vez que el equipo salía al interior, siempre me tocaba. Aprendí mucho en ese tiempo. Boca tenía cuatro arqueros y la competencia era durísima”, recuerda.
De aquel ciclo, lo que más rescata es la enseñanza silenciosa de convivir con ídolos. “’Loco’ siempre fue mi referente, mi ídolo. Era diferente, un adelantado. Como arquero dejó muchísimo y como persona fue un gran compañero. Yo compartí con él y siempre lo dije: más allá de la locura, era un gran tipo, tímido, pero noble”, asegura.
Una carrera larga y diversa
Tras su paso por Boca, regresó a Atlético, luego defendió el arco de Central Córdoba. Después la vida lo llevó a Bolivia, donde construyó una relación eterna con Oriente Petrolero, San José y Real Santa Cruz. Allí sumó títulos, jugó Copa Libertadores y Conmebol, y dejó una huella imborrable.
“Me sorprendió mucho cuando volví, después de 35 años. Me quedé casi un mes porque la gente me demostró un cariño increíble. No pasaron dos días, pasaron décadas, y sin embargo me siguen recordando. Eso emociona, porque significa que uno dejó algo más que atajadas”, relata con orgullo.
Con Oriente Petrolero ganó tres campeonatos consecutivos y llegó a jugar una Libertadores frente a Barcelona y Emelec. “Con Barcelona quedamos afuera por penales. Ellos después terminaron jugando la final de la Libertadores. Nosotros teníamos un gran equipo”, dice, y la nostalgia se cuela en su voz.
El retiro y la transición
Se retiró a los 42 años, en Concepción. “Me costó muchísimo dejar el fútbol. No lo podía asumir. Seguí entrenando solo, como si todavía estuviera para seguir jugando. Pero uno tiene que convencerse de que los años ya pasaron”, confiesa.
Tras colgar los guantes, inició su camino como entrenador. Al principio, el vacío fue duro. Había estado más de 30 años dentro de una cancha y la transición no fue sencilla. “El fútbol te da todo, pero también te quita. Hay que aprender a convivir con ese vacío”, reflexiona.
La evolución del puesto y del fútbol
Al mirar hacia atrás, Bernuncio marca una diferencia abismal en la preparación de los arqueros. “En nuestra época no había entrenadores de arqueros, ni en los clubes de Primera. Hoy hasta el club más chico tiene uno. Y lo primero que se le enseña a un arquero es a jugar con los pies. Antes eso no existía”, cuenta.
También remarca la profesionalización de todos los aspectos del juego. “Antes Boca, River o Independiente te sacaban diferencia en lo físico y en la preparación. Hoy todo se ha emparejado. Todos los equipos concentran, todos tienen un nivel físico altísimo. La diferencia ahora la marca lo futbolístico”, afirma.
El cambio no es solo en Argentina. Recuerda con asombro su regreso a Bolivia y el crecimiento que notó: “Antes solo se televisaba la final o la semifinal. Hoy se transmiten todos los partidos, hay más sponsors, más recursos. El fútbol creció muchísimo”.
La herencia de un arquero
Al hablar de sí mismo, Bernuncio no duda: “Yo nací arquero. Desde que tengo uso de razón, atajaba. Tuve una linda carrera, jugué en distintos lugares, participé en Copas internacionales. Quizás me quedó pendiente Europa, el sueño de muchos, pero en mi época era dificilísimo. Hoy los chicos tienen otra posibilidad, antes hasta viajar a Buenos Aires era complicado”.
Consciente de sus raíces, siempre valora haber cumplido metas paso a paso. “Soñaba con jugar en la Primera de mi club, lo logré. Después trabajé para tener otras posibilidades, y se me fueron dando: Atlético, Boca, Central Córdoba, Bolivia. Fue una carrera hecha de sueños que se fueron cumpliendo”, dice.
Recuerdo eterno para el “Loco” Gatti
No puede hablar de su vida sin mencionar a “Loco” Gatti, su referente eterno. “Siempre fue mi ídolo, mi espejo. Era un adelantado, revolucionó el puesto y dejó huella en cada declaración. Como arquero fue distinto y como persona, un gran compañero. Es una pena que ya no esté, pero lo que dejó fue enorme”, concluye.
Bernuncio se define por lo que fue: un arquero de estilo propio, nacido para atajar, moldeado por el esfuerzo y recordado con cariño allí donde jugó. En cada palabra, se percibe la nostalgia de quien nunca dejó de sentir el arco como parte de su vida. (Producción periodística: Carlos Oardi)